Parte I, Por Dr. Daniel Guerrero
INTRODUCCIÓN
Sabemos que el Dios de la Biblia así como ama y salva, también juzga a Sus enemigos, a Su pueblo y a las naciones de la tierra. Estos son aspectos del carácter y naturaleza de Dios que en muchas «versiones modernas» del Evangelio no pocas veces se pasan por alto; por lo tanto, muchos pastores e iglesias se inclinan en subrayar el amor, la bondad y la misericordia de Dios, y pasan por alto Su santidad, justicia y severidad.
Esta mutilación o reducción acomodaticia del Evangelio y de las Sagradas Escrituras conduce al error y a la desorientación en muchos líderes, que no saben discernir ni reconocer lo que es bueno o malo delante de Dios, por lo que se asemejan a líderes religiosos en otras épocas, que tuvieron que enfrentar los juicios de Dios, tal como les advirtió el profeta Isaías (Is. 5:1821, TLA):
«¡Qué mal les va a ir a ustedes!
¡El pecado los tiene atrapados! Para colmo, ustedes se animan a decir: -“Que Dios nos demuestre que cumplirá todo lo que ha prometido; que el Dios único y todopoderoso se apresure a cumplir sus planes, para que podamos conocerlos”-.
¡Qué mal les va a ir a ustedes!
Dicen que lo malo es bueno, y que las tinieblas son luz. También dicen que lo amargo es dulce.
¡Qué mal les va a ir a ustedes!
¡Se creen muy sabios y muy inteligentes!»
Pero, además de ignorar el carácter justo y santo de Dios, también desconocen sus medios para juzgar el pecado, tanto en Su pueblo como en las naciones. Y esto se debe, repito, a una selección de pasajes bíblicos favoritos que no cuestionen sus acercamientos teológicos ni religiosos, y por lo tanto, no incomoden a sus congregaciones o feligresía, adormecidas con un «evangelio light», política y religiosamente «correcto»…
Sin embargo, la Biblia muestra claramente que el amor de Dios no pocas veces se manifiesta por medio de Su disciplina, especialmente hacia Sus hijos o Su pueblo, ya sea Israel o la Iglesia:
«No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.» (Prov. 3:11-13)
En la carta a los Hebreos, el autor nos recuerda y exhorta (Heb. 12:5-11, VRV):
«Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.
Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.»
Pero, ahora veamos brevemente qué criterios usa Dios y cómo Él aplica Sus juicios y disciplina.
EL TIEMPO DE DIOS
Como lo dice el predicador en Eclesiastés: «todo tiene su tiempo»; incluso hay tiempo para el juicio (Ecl. 3:16-17, VRV):
«Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí impiedad; y en lugar de la justicia, allí iniquidad. Y dije yo en mi corazón: -Al justo y al impío juzgará Dios- ; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace.»
Sí, Dios ejecuta Sus juicios acorde con ciertos ciclos o códigos de tiempo. Y eso lo podemos observar tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento; y quizás los set de ciclos más conocidos son los que encontramos en el libro de Apocalipsis, en los que Dios juzga a las naciones desatando siete sellos (Ap. 6:1-7:8:5), que claramente podemos inferir describen siete eventos diferentes, que ocurren en una secuencia de tiempos; luego, observamos que que Dios ordena tocar siete trompetas (Ap. 8:6-19), que igualmente desencadenan eventos desastrozos sobre la creación y la humanidad; y por último, el Señor manda a derramar «el contenido» de siete copas (Ap. 16:1-21), descritas particularmente como «las siete copas de la ira de Dios», que despliegan las «siete plagas postreras» o últimas, con las que se «consuma la ira de Dios» o se completa la manifestación de los juicios de Dios sobre la humanidad rebelde a Su Palabra.
Lo he dicho en otros mensajes y estudios, particularmente cuando lo analizamos en la entrega «¿Estamos cerca de la semana de tribulación?», y en el libro «2022: ¿Año del inicio de la tribulación?»: que el número siete no sólo significa «cumplimiento y perfección», sino también apunta al «tiempo de Dios», expresado en ciclos de tiempos, actos o eventos, que involucran momentos de siembra, cosecha, celebración (Fiestas), así como de juicios.
En este libro estudiamos en profundidad el tema del tiempo de Dios, Sus códigos y ciclos, y el cumplimiento de la profecía de las Setenta semanas de Daniel, desde una perspectiva bíblica e histórica, que respeta y hace honor al mensaje claramente expresado en las Sagradas Escrituras. Y también varios acercamientos escatológicos
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Pero, también hay otros dos números conectados a los juicios y a la disciplina de Dios, y estos son el número nueve y el cuarenta.
El número nueve podemos encontrarlo en las plagas que Dios envió sobre Faraón y Egipto, previo a la salida o liberación de Israel de la esclavitud (Ex. 7:14-10:29), más la última: la muerte de los primogénitos que propició la salida del pueblo de Israel, en el contexto del inicio o inauguración del año religioso, y la primera Fiesta del Señor: la Pascua (Heb. Pesaj).
El número cuarenta, como tiempo de prueba y de juicio, lo podemos encontrar en el tiempo de ayuno y oración que tuvieron Moisés, Elías y Jesús. Y en el juicio/disciplina que Dios le dio a Israel por su incredulidad y desobediencia, al enviarlos a divagar por el desiero durante cuarenta años.
LA LEY DE DIOS
El fundamento de los juicios de Dios son Su ley y mandamientos, que expresan Su voluntad, o plan para Su pueblo, la creación y las naciones.
Por esa razón, en las Escrituras una definción de pecar es errar en cumplir la voluntad de Dios, que se traduce en no cumplir Sus mandamientos y estatutos, como lo establece en Deuteronomio capítulo 8:
«Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres. Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos. Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. Tu vestido nunca se envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en estos cuarenta años. Reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga. Guardarás, pues, los mandamientos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y temiéndole.»
Jesús se lo resumió a Sus discípulos (Jn.14:15, 21): «Si me amáis, guardad mis mandamientos… El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.» Porque para el Señor nuestro amor se expresa en nuestra obediencia (Jn. 15:10): «Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.»
Y para el Maestro, creer en Él, en Su Nombre, en Su palabra y obra, es hacer la voluntad del Padre; por lo cual, todo aquel que cree es salvo y recibe la vida eterna (Jn. 3:16-19): . Mientras que en el antiguo pacto la condenación venía por no obedecer la ley (Dt. 28:15-68): «Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán.»
En la Segunda parte de este mensaje estudiaremos los medios y el peor juicio que Dios puede darle a Su pueblo y a las naciones.
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