Ahora en esta Sexta parte vamos a avanzar en nuestro estudio y meditación sobre las Etapas que debemos cubrir para avanzar y permanecer en intimidad con Dios.
2.1. La Primera Etapa: el Atrio. En
la Quinta parte ya vimos lo que representa el Atrio y lo que bien pudiéramos hacer en esa Etapa de nuestra relación con Dios. Si quiere ver esa enseñanza,
haga click aquí.
Ahora veamos las siguientes Etapas…
2.2. La Segunda Etapa: el Lugar Santo. En esta área o escenario lo que predomina es una conciencia sacerdotal de nuestro ministerio ante Dios. Y como todo buen sacerdote debemos velar y ministrar a nuestras necesidades personales, así como a las comunitarias, a la congregación donde servimos.
Habiendo dejado en claro nuestra base espiritual y legal para poder relacionarnos con Dios en el Atrio, ahora en el Lugar Santo avanzamos en el proceso de nutrir y fortalecer esa relación. Y aquí encontramos dos Fuentes divinas para nuestra nutrición y servicio espiritual: La guía del Espíritu Santo, representada en el Candelabro de oro (Heb. Menorah) y la guía de la Palabra de Dios, representada en la Mesa y los panes de la proposición (Éx. 25:23-30; 31-40; 30:1-10; Heb. 9:2; Zac. 4:1-6). Y una área de servicio: el Altar de intercesión, representado por el altar del incienso (Éx. 30:1-10; Lc. 1:11-12).
Este Lugar tiene sus peculiaridades que hacemos bien en prestarles atención, porque nos dan lecciones, diseños, códigos y patrones proféticos que debemos considerar seriamente si deseamos avanzar en nuestra relación personal con Dios.
1. Rodeado de ángeles. En la Entrada para acceder al Lugar Santo había una cortina con ángeles/querubines bordados en ella (Éx. 26:1-37; 36:8). Sí ya sé, son símbolos; pero ¡son símbolos que representan una realidad! Lo que vamos a hacer en este Lugar lo haremos ante la mirada de los ángeles del Señor, pues ellos son parte de esa «nube de testigos» (1Cor. 4:9; 1Ti. 5:21; He. 12:1). De hecho, para salir del Lugar Santo y movernos al Lugar Santísimo también nos encontraremos con una cortina o velo en la cual estaban bordados otros ángeles/querubines protectores. Así que, literalmente, de este a oeste, estamos rodeados por ángeles del Señor, ángeles ministradores que están disponibles para ayudarnos a ministrar delante del trono de Dios (Sal. 91:11; Ap. 7:11).
2. El Candelabro era de oro puro de una sola pieza y como ya dijimos representa al Espíritu Santo de Dios (Éx. 25:31-40; Zac. 4:1-6). Pues el Espíritu Santo es quien nos guía en nuestra ministración delante de Dios. Es Él quien nos guía a toda la verdad y nos recuerda la Palabra del Señor (Jn. 14:26; 15:26; 16:13; 1Jn. 2:20, 27). El oro representa la eternidad, lo puro y lo santo, a Dios o lo divino. Por eso el Candelabro es de oro puro de una sola pieza.
3. La Mesa de la proposición era de madera de acacia revestida de oro puro (Éx. 25:23-30), lo cual representa la acción de lo divino y lo humano en la lectura e interpretación de la Palabra de Dios, representada en los doce (12) panes colocados sobre esta mesa (Dt. 8:3; Mt. 4:4; Lc. 4:4). Ella estaba colocada hacia el norte justo al frente del Candelabro, significando con ello la imperiosa necesidad que tenemos de la guía e instrucción de Espíritu para poder meditar y entender bien la Palabra de Dios. Jesucristo, el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, dijo de sí mismo que Él es el Pan del cielo (Jn. 6:32-42), en Él perfectamente se unió lo divino y lo humano, para dar vida eterna a los hombres.
4. El Altar del incienso también fue hecho de madera de acacia y de oro puro (Éx. 30:1-10; 37:25-28), lo cual también representa la unión y acción de lo divino y lo humano en el ministerio de intercesión delante de Dios, tal como nos enseña el apóstol Pablo en su carta a los Romanos 8:26-27:
«Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.»
Sólo el Espíritu Santo es quien puede alumbrar nuestra mente y corazón debidamente, para que podamos meditar en la Palabra de Dios y podamos también ministrar oraciones intercesoras efectivas delante del trono de Dios.
El tiempo para cada área en el Lugar Santo también es interesante… El Candelabro debía alumbrarse dos veces al día, en la mañana y al atardecer, básicamente en un servicio de 24 horas, divididas en turnos de 12 horas cada uno. Los panes se cambiaban una sola vez al día. Y el servicio delante del Altar de incienso también se hacía tanto en la mañana como en la tarde, junto con el cambio de aceite y encendido de las lámparas del Candelabro de oro (Éx. 30:1-8). Sin la luz del Espíritu Santo difícilmente podríamos hacer nuestro ministerio intercesor como sacerdotes del Dios Altísimo.
Así que, en el Lugar Santo podemos contar con la presencia del Espíritu Santo y con la asistencia de los querubines de Dios para ministrar debidamente como sacerdotes reales.
Pero también en el Lugar Santo, aunque menos ruidoso, oloroso y vistoso, todavía intervienen mucho de nuestros sentidos, tales como la vista, el olfato, el gusto y el tacto. Es decir, todavía nuestra carne pudiera tener algo de participación y estimulación. ¡Pero definitivamente sí es más íntimo que el Atrio! Hay menos personas y más ángeles, además de la presencia gloriosa y amorosa del Espíritu Santo, quien nos guía en nuestro servicio a Dios.
Y sí, el Lugar Santo representa madurez, es la superación de una conciencia egocéntrica, centrada en mi propia necesidad de perdón; es dejar atrás nuestras fallas y debilidades, y avanzar hacia una conciencia más ministerial, más de servicio a las necesidades de mi comunidad, de mi pueblo y mi nación. En el Lugar Santo el Espíritu Santo nos guía a desenfocarnos de nuestras propias necesidades y enfocarnos más en las necesidades de los demás, por eso nos acerca más a Dios. El Lugar Santo es un lugar para siervos, para los hijos e hijas, que han entendido bien Su identidad y rol como hijos de Dios, como sacerdotes reales y herederos del reino de nuestro amado Señor Jesucristo.
Pero aquí se requiere disciplina, cotidianidad, orden y proceso, al que personas inmaduras, inconstantes e indisciplinadas no se adaptan y por eso regresan al Atrio, donde su carne pueda ser satisfecha.
El Lugar Santo es más para personas que aman la presencia del Espíritu, que humilde y tiernamente se dejan guiar por el Espíritu Santo.
El Lugar Santo no es lugar para carnales-egoístas, sino para espirituales que viven en el Espíritu y por el Espíritu. En el Lugar Santo permanecen pocos, porque la mayoría de los cristianos realmente lo que desean es ser servidos, en vez de servir al Señor y al prójimo. Por esa razón, lamentablemente, personas egoístas y carnales difícilmente podrán alcanzar intimidad con Dios y permanecer en ella…
2.3. La Tercera Etapa: El Lugar Santísimo. En este escenario predomina la comunión, el compañerismo intimo con nuestro Dios y Señor.
Aquí en el Antiguo Pacto entraba solamente una persona, el Sumo sacerdote, una sola vez al año, en la Fiesta del Perdón (Heb. Yom Kippur); pero ahora, en el Nuevo Pacto, todos los hijos de Dios, que han aceptado el sacrificio completo y perfecto de nuestro Señor Jesucristo y han sido rociados con Su sangre y han sido sellados con el Espíritu Santo, pueden entrar continuamente, no sólo una vez al año, sino todos los días y cuando así lo deseen:
«Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.» (Hebreos 10:19-22)
El Lugar Santísimo representa la máxima Meta que Dios tuvo en mente desde el principio de la Creación: Tener comunión con Su Creación, especialmente con aquella criatura hecha a Su imagen y semejanza, porque con ella Él desea gobernar toda Su creación y mostrar Su gloria por toda la eternidad.
Lamentablemente, como lo dije antes, la mayoría de los cristianos, discípulos de Jesucristo, se quedan entretenidos con la religión, en el Atrio… Y la inmensa mayoría de sus pastores y líderes no les enseñan otra cosa que vivir según las reglas, normas y mandamientos humanos que la religión les dicta… Es muy triste… Personalmente, me da mucha tristeza, porque se pierden de lo mejor, ignorando que el sacrificio que Jesucristo ofreció en la cruz del Calvario es, lee bien pues lo escribí en presente simple, ES completo y perfecto, que nos hace aptos para entrar en comunión con nuestro Dios y nuestro Señor, de una vez y para siempre, tal como lo enseña el libro de Hebreos:
«En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.»
Esta deficiencia en nuestra relación con Dios se debe al sobre-énfasis del «evangelio evangelista»; el evangelio que solamente enfatiza nuestra necesidad de salvación; el evangelio que solamente salva almas; el evangelio que solamente da entrada al cielo, pero no la entrada al Reino.
A la inmensa mayoría de los cristianos se les enseña solamente la necesidad de salvación, cuando nuestra máxima necesidad es de relación, de una relación correcta con Dios, para que podamos entrar en Su reino y podamos heredar TODO lo que Él ya preparó antes de la fundación del mundo (Ef. 2:4-10).
«Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.»
Sí, este «evangelio evangelista» predica y nos enseña que somos salvos por gracia, por medio de nuestra fe en Jesucristo. ¡Eso está bien, eso es perfecto, es bíblico! Pero se les olvida el PARA QUÉ… Se les olvida el propósito o quizás lo ignoran o deciden ignorarlo. ¡No somos salvos para estar metidos semana tras semana dentro de las cuatro paredes de un «templo» o culto evangélico!… ¡Somos salvados para relacionarnos con Dios, para que Él pueda mostrar en nosotros, Sus hijos, Su gloria y las riquezas de Su gracia y reinar con Él, por medio de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo!
¡No somos salvos para estar metidos dentro de un culto! No somos salvos para luego ser «buenos evangélicos»… ¡Somos salvos para reinar! Somos salvos para reinar con Cristo y para ello necesitamos tener una relación correcta con Dios, nuestro Rey, que nos permita estar constantemente alineados a Su corazón y a Su trono, de manera que Su voluntad sea hecha, así como en el cielo también en la tierra. ¡Ese es el propósito de la oración y la vida cristiana! (Mt. 6:9-10).
Es interesante saber que en el Lugar Santísimo había un solo mueble: el Arca del Pacto, que técnicamente estaba constituido de dos partes: el Arca y el Propiciatorio (Éx. 25:1-22).
Presta atención…
El Arca estaba hecha de madera de acacia cubierta de oro puro por dentro y por fuera, tenía unas medidas específicas en las que sobresale el dos (2), número que en la Biblia representa testigos o testimonio. Esa es una de las razones por las cuales al Arca también se le llamaba el Arca del Testimonio. Las otras razones eran porque en ella estaban las Tablas del Testimonio (Leyes recibidas por Moisés en el Sinaí) y luego colocaron la vara de almendro de Aarón que floreció (Núm. 17:8-10).
¿Lo estás viendo? El Arca del Pacto necesita la relación y conexión entre lo humano (la acacia) y lo divino (el oro), y dentro de ella se necesita el Testimonio escrito y el vivido. ¡Los dos Testigos son necesarios! Tanto la Palabra escrita como la Palabra vivida o experimentada son necesarias para el debido y correcto testimonio y para la debida relación intima con Dios. En otras palabras también podemos decir que se requiere la Palabra escrita y la Palabra profética para una correcta y sólida relación con Dios; ya que el almendro, del cual salió la vara de Aarón, en la Biblia representa también la Palabra profética de Dios que guía a Su pueblo a hacer Su voluntad (Jer. 1:11-12). Por cierto, la representación simbólica de esta verdad también estaba presente en el diseño del Candelabro de oro (Éx. 25:33; 37:19).
¿Lo estás entendiendo? Para permanecer en una relación intima con Dios se requiere que el Testimonio de la Palabra y del Espíritu estén vivos y presentes en nuestros corazones. Tanto la Palabra escrita como la hablada son necesarias para fortalecer y consolidar nuestra relación intima y servicio con Dios. No sólo hace falta creer la Palabra, ¡tenemos que vivirla y experimentarla! Entonces y sólo entonces, nuestro testimonio será vívido y poderoso, porque lo habremos vivido nosotros mismos. No es una fe meramente intelectual o racional; es una fe mental, emocional, física y espiritual; es una fe que ha tocado cada fibra de nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo; y por eso somos Testigos del poder Dios y de Su reino que ha venido sobre nosotros por el Espíritu Santo de Dios, para salvarnos, liberarnos, sanarnos y habilitarnos para reinar juntamente con Cristo.
¿Lo estás viendo?
En el Lugar Santo el Espíritu y la Palabra (la Luz y el Pan) nos guían en nuestro servicio sacerdotal de intercesión (el Altar de incienso) ante el Trono de Dios, literalmente representado por el Arca del Testimonio, que es protegido por los ángeles/querubines presentes en el Velo que da Entrada al Lugar Santísimo. Pero ahora, aquí en el Lugar Santísimo el Espíritu y la Palabra están unidos en el Arca, porque aquí el énfasis ya no es tanto servicio, sino comunión, relación íntima, que indudablemente afectará nuestra Misión, delante de Dios y los hombres.
Y la segunda parte del Arca, como dije arriba, era el Propiciatorio, que era hecho de oro puro, de una sola pieza (al igual que el Candelabro) y tenía encima dos querubines, también hechos de oro puro junto con la tapa o Propiciatorio. Sobre las esquinas del Propiciatorio era que el Sumo sacerdote derramaba la sangre del Holocausto, una vez al año, durante la Fiesta del Perdón (Heb. Yom Kippur). ¡La sangre del sacrificio por el pecado era presentada ante Dios y Sus ángeles!
La sangre de Cristo, el Cordero inmolado de Dios, que quita el pecado del mundo, es la que nos permite ser hechos reyes y sacerdotes para nuestro Dios, y la que nos permite entrar en correcta relación con Él, y la activación de Sus ángeles a nuestro favor. Ese acto, ese momento, es lo que recordamos cuando celebramos la Cena del Señor, en la que podemos recordar, vez tras vez, que el cuerpo sacrificado de nuestro Salvador y la sangre preciosa de nuestro Redentor, nos permiten entrar en una relación intima de Pacto con nuestro Dios y Rey (Lc. 22:14-20; 1Cor. 11:23-26; Ro. 6:1-14).
Es la sangre, la Palabra y el Espíritu de Cristo lo que nos permite entrar y permanecer en una relación intima con Dios. Así que, nosotros igualmente necesitamos permanecer unidos constantemente a Él, en amor, por medio de la oración y el servicio al Él (Jn. 15:1-10)
Así que, vemos cómo el esquema o diseño del Tabernáculo/Templo de Dios nos puede orientar a iniciar y desarrollar nuestra relación con Dios, por medio de nuestro ministerio sacerdotal, a través de la oración.
Y también podemos observar que la aplicación y obediencia al Gran mandamiento también se basa en ese mismo diseño; pero colocando las prioridades de manera correcta: comenzamos en el Lugar Santísimo, amando a Dios de primero, como lo primero; luego pasamos al Lugar Santo, amando al prójimo, que representa nuestro servicio en el mundo, hacia el mundo; y por último, pero no menos importante, amándonos a nosotros mismos.
En la próxima y última entrega, vamos a examinar un poco más los obstáculos que nos impiden avanzar y desarrollar nuestra vida de oración, nuestra relación intima con Dios. Si desea ir a la Séptima parte, haga click aquí.
ARTÍCULOS RELACIONADOS:
¡DÍGALE NO AL PLAGIO!
COPYRIGHT. Permisos: Se le permite y anima a reproducir y distribuir este material en cualquier formato con tal que no alteren el contenido en forma alguna y que no cobren más allá del costo de reproducción. Para publicación web, se prefiere un enlace a este documento en nuestro sitio web. Cualquier excepción a lo anterior debe ser aprobado por nuestro ministerio.
Por favor, incluya la siguiente declaración en las copias distribuidas: Por [Nombre del autor] © [Fecha] Ministerios León de Judá. Sitio web: http://leondejudamins.blogspot.com/
¡DÍGALE NO AL PLAGIO!