DESUBICADOS PARA EL MUNDOALINEADOS CON DIOSSegunda partePor apóstol Dr. Daniel Guerrero
En la Primera parte de este mensaje compartí una experiencia que tuve a la edad de diez (10) años, hace cuarenta (40) años atrás, y cómo el Espíritu del Señor, años después, usó esa experiencia para sanarme y liberarme, y poder alinearme a Su voluntad, planes y propósitos en mi vida. Así que, expliqué lo que pudiera significar ser un «desubicado» o estar «desubicado para el mundo».
Ahora en esta Segunda parte explicaré lo que pudiera significar estar «alineados con Dios» y por qué es tan importante estar alineados a Su tiempo, planes y diseños.
ALINEADO
¡Es impresionante que ese mismo año, en Nisán del 5771 (marzo del 2010), el Espíritu del Señor me guió a estudiar el tiempo de Dios y la importancia de estar alineados a Su voluntad, planes y diseños! Y siete (7) meses después, en Tishri del 5771 (octubre del 2010), el mismo Espíritu del Señor traería una de las más grandes revelaciones personales y sanidad que haya vivido en mi vida… ¡Eso es estar alineados con Dios!
Alinearse con Dios no es otra cosa que hacer Su voluntad en el tiempo, el lugar y según las directrices e instrucciones que Él nos da. Con palabras similares fue que Él me llamó al ministerio en 1983 (30 años atrás), cuando me dio el pasaje de Josué 1:6-9…
«ESFUÉRZATE Y SÉ VALIENTE, porque tú repartirás a este pueblo como heredad la tierra que juré dar a sus padres. Solamente ESFUÉRZATE Y SÉ MUY VALIENTE, cuidando de obrar conforme a toda la Ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te ESFUERCES Y SEAS VALIENTE; no temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas.»
Dios demanda que Sus hijos, que también son Sus siervos, hagan todo conforme Él les dice que lo hagan, tal como lo hizo Moisés y como lo hizo Josué, su sucesor (Jos. 24:14-26). Y ese fue el testimonio que Dios le dio a Isaac sobre Abraham, su padre, el padre de la fe (Gén. 26:2-5):
«Allí se le apareció Jehová, y le dijo: «No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré. Habita como forastero en esta tierra. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras y confirmaré el juramento que hice a Abraham, tu padre. Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y daré a tu descendencia todas estas tierras, y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente, por cuanto oyó Abraham mi voz y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.»»
¡Estar alineado con Dios significa seguir Su Ley! Y esto es serio, porque hay muchos cristianos que hablan y viven como si no tuvieran Ley; cristianos que quieren vivir según su propia sabiduría y en sus propios pensamientos, sueños y planes. Confunden vivir bajo la gracia de Dios, con el libertinaje y el desenfreno, con vidas sin compromiso con Dios y en total irresponsabilidad con respecto a Su reino. Y dicen fundamentar ese «estilo de vida de gracia», en las enseñanzas de Pablo; pero ¡eso no fue lo que el apóstol Pablo enseñó! Él enseñó que si bien es cierto ya nuestra salvación, redención y relación con Dios no dependen del cumplimiento de la ley de Moisés; pero nuestra comunión y bendición si dependen de nuestra obediencia a la Ley del Espíritu (Ro. 7:4-6):
«Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la Ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Mientras vivíamos en la carne, las pasiones pecaminosas, estimuladas por la Ley, obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la Ley, por haber muerto para aquella a la que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.»
Sí, «estamos muertos a la Ley» en Cristo, pero no para hacer lo que nos venga en gana, sino para seguir la Ley del Espíritu, es decir hacer la voluntad del Señor expresada en Su Palabra escrita y también comunicada por el Espíritu. ¡Por eso se hace necesario que oigamos Su Voz y obedezcamos también sus mandamientos, preceptos, estatutos y leyes, tal como lo hizo nuestro padre Abraham!
Eso es lo que nos enseña el apóstol Pablo y no el libertinaje y gracia barata que se observan en muchas iglesias hoy en día (Ro. 8:1-4):
«Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.«
Te lo vuelvo a citar y explicar, por si no lo captaste: ¡La justicia de la Ley se cumple en nosotros, LOS QUE NO ANDAMOS CONFORME A LA CARNE, sino conforme al Espíritu! Es decir, si no andamos en el Espíritu, si no obedecemos al Señor, entonces no se cumple la justicia de la Ley en nosotros. ¿Por qué? Porque la justicia de la Ley sólo se aplica a aquellos que están en Cristo, que viven en Cristo, que viven por el Espíritu, pero también viven en el Espíritu (Gál. 5:16-25). Eso no es gracia barata; eso es gracia con responsabilidad, eso es fe acompañada de obediencia, fe que está alineada a la voluntad del Señor, nuestro Dios:
«Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne, porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la Ley. Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas. En cuanto a esto, os advierto, como ya os he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.»
¿Lo leíste? Sólo los que son guiados por el Espíritu, los que viven por el Espíritu y andan por el Espíritu no están bajo la Ley. Porque los que SON DE CRISTO han crucificado la carne con sus pasiones y deseos… Y el apóstol Pablo nos dice que sí, somos hijos de Dios, pero también siervos de
Dios, y como tales debemos sujetar nuestra vida y cuerpo al servicio del Señor (Ro. 6:10-14):
«Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus apetitos; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. El pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia.«
¿Quiénes no están bajo la Ley? Los que se consideran así mismos muertos al pecado; los que no obedecen a los apetitos y deseos de su carne; los que presentan diariamente (Ro. 12:1-2) sus cuerpos y vidas como instrumentos de justicia; los que no dejan que el pecado se enseñoree en sus vidas. ¡Esos no están bajo la Ley, sino bajo la gracia! Pero un cristiano que lo único que piensa es en sí mismo, haciendo su propia voluntad y viviendo según su propia sabiduría no está bajo la gracia; de hecho, ese «cristiano» es una desgracia, es un mal testimonio y un mal ejemplo de lo que significa amar y seguir a Cristo con toda nuestra mente, con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas.
Nosotros ya no nos pertenecemos. ¡Estamos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús! Ya no estamos para hacer nuestra propia voluntad, sino la voluntad de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable y nos dio vida cuando estábamos muertos en delitos y pecados. Por eso el apóstol Pablo, en línea con sus enseñanzas, vida y testimonio, puede declarar (Gál. 2:19-21):
«Yo por la Ley morí para la Ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios, pues si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo.»
¡Hay tanta confusión y liviandad en nuestros días! Hay cristianos que ponen tanto énfasis en la gracia, que se han vuelto una desgracia; porque lo que predican y viven es una gracia barata. Una gracia sin verdadero amor y pasión por la presencia del Señor; una gracia sin compromiso ni obediencia a la voluntad del Señor; una gracia que no sirve, ni es útil a los propósitos y planes de Dios para las naciones. ¡Es una gracia que adormece conciencias, pero no transforma corazones!
Dios, el Rey del universo, quiere hoy al igual que ayer, que estemos alineados a Su voluntad, planes y diseños. Y eso, mis queridos lectores, nos creará problemas con el mundo y con la iglesia «llena de mundo». Sí, al igual que los profetas y apóstoles de la antigüedad, nuestros principales adversarios y oponentes no vendrán de «afuera del mundo», sino del «mundo que está dentro» de la iglesia, del «mundo» que se resiste al Señorío y al reinado de Cristo. Por eso debemos estar preparados mental, emocional y espiritualmente para estar «alineados con Dios, pero desubicados para el mundo».
Y en estos últimos siete (7) años lo que vengo aprendiendo es que para estar bajo el reinado del Señor también necesitamos estar bajo el sistema de Su tiempo, porque Su plan de salvación, Su plan profético de redención para la creación y la humanidad, están íntimamente unidos a Su sistema del tiempo. Lo que Dios ha hecho desde el principio de la creación fue establecido bajo Su sistema del tiempo. Lo actos de salvación y redención que Dios ha hecho en medio de Su pueblo, tanto en al Antiguo como en el Nuevo Pacto, están establecidos y se vienen desarrollando bajo Su sistema del tiempo. Los juicios que Dios ha ejecutado en el pasado sobre Israel y las naciones, y los juicios que Él ha desatado, está desatando y desatará sobre las naciones están basados en Su sistema del tiempo. ¿Hasta cuándo ignoraremos este tema si deseamos ser reconocidos como «una iglesia de reino»?
¿Cómo explicamos que el imperio azteca reinó bajo su propio sistema de tiempo; el imperio maya reinó bajo su propio sistema de tiempo; el imperio chino reinó bajo su propio sistema de tiempo, el imperio babilonio reinó bajo su propio sistema de tiempo; el imperio egipcio reinó bajo su propio sistema de tiempo; el imperio griego reinó bajo su propio sistema de tiempo; el imperio romano reinó bajo su propio sistema de tiempo; y ahora el reino de Dios no tiene su propio sistema de tiempo? ¡El reino de Dios, que representa el reino del Creador de los cielos, la tierra y el mar, según algunos teólogos, ya no tiene sistema de tiempo! Y la iglesia, que es la representante, la señal de ese reino, hoy está bajo el sistema del tiempo romano-babilónico y no bajo el sistema del tiempo de Dios, del Creador… ¿Cómo explicamos eso?
¿Cómo explicamos que una «iglesia de reino» ignora por completo el sistema de tiempo del reino de Dios y sí se apega al sistema pagano romano-babilónico? Eso no tiene otra explicación, sino que el príncipe de este mundo ha engañado, ha esclavizado a la Iglesia, para que ésta esté bajo su reino y su sistema de tiempo, de manera que no esté alineada a la voluntad, planes y diseños del Señor de la Iglesia. El enemigo no quiere que la Iglesia sepa, conozca y entienda el sistema del tiempo de Dios para que no esté preparada ni apercibida ante los juicios que el Señor está trayendo sobre las naciones. Al igual que en el pasado, el diablo, el adversario de nuestras almas, no desea que nosotros sepamos el tiempo de Dios, de manera que no sepamos reconocer el tiempo de Su visitación ni las señales de Su venida, sino que estemos y vivamos en tinieblas, o sea, en ignorancia (Lc. 19:41-44):
Cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró por ella, diciendo:
—¡Si también tú conocieras, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos. Vendrán días sobre ti cuando tus enemigos te rodearán con cerca, te sitiarán y por todas partes te estrecharán; te derribarán a tierra y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Ese fue el mismo pecado, el mismo error, en el que incurrieron los líderes religiosos y el pueblo judío en los tiempos del Señor Jesús, pues no prestaron atención al sistema del tiempo de Dios, y no supieron reconocer las señales de Su primera venida, las señales del tiempo que estaban viviendo, cuando el Mesías estaba delante de sus ojos, ante sus propias narices, y no lo reconocieron…
«Llegaron los fariseos y los saduceos para tentarlo, y le pidieron que les mostrara una señal del cielo. Pero él, respondiendo, les dijo: «Cuando anochece, decís: “Hará buen tiempo, porque el cielo está rojo.” Y por la mañana: “Hoy habrá tempestad, porque el cielo está rojo y nublado.” ¡Hipócritas, que sabéis distinguir el aspecto del cielo, pero las señales de los tiempos no podéis distinguir! La generación mala y adúltera demanda una señal, pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás.»
Y dejándolos, se fue.»
¡Qué lapidaria declaración! «Y dejándolos, se fue.» Los abandonó en sus pensamientos y creencias…
Hace tiempo atrás, estando afligido ante la crítica y murmuración contra mi persona y lo que he estado enseñando sobre el tiempo de Dios y Su plan profético, un día me llegué al Señor en oración, pero abatido y quejándome en Su presencia por el rechazo que percibía en Su Iglesia. Y el Espíritu del Señor me consoló y dulcemente me dijo: –No a todos les he dado conocer y entender–. Y me llevó a ese pasaje que cité arriba. Y al profeta Daniel, a Jeremías y a los apóstoles. Y me dijo que tuviera paz, que hiciera mi parte, que Él se encargaría de hacer Su parte.
¡Es una gracia! Es una medida de fe, de revelación, que algunos reciben de parte de Dios, para testimonio, para que podamos guiar a Su remanente. Es posible que muchos, no se si la mayoría, no capten el proceso de restauración que el Espíritu del Señor viene ejecutando en las últimas décadas; pero el Señor, en su amor y fidelidad, por Su gracia, se reservará un remanente que sí conocerá y sí entenderá. Esa fue la palabra de consolación que recibió el profeta Daniel (Dn. 12:3-10):
«Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas, a perpetua eternidad.
Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin…
Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán limpios, emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá; pero los entendidos comprenderán.»
Creo firmemente que desde el año 2010 (5770) entramos en un tiempo de revelación sin igual. Y cuando hablo de revelación no quiero significar «nuevo contenido» a la Palabra revelada dada en la Biblia; sino a revelación como «apertura de ojos», que los ojos de nuestro entendimiento serán abiertos (Ef. 1:15-18), y podremos entender y comprender con mayor claridad la relación y desarrollo de la Palabra de Dios con los eventos que Él está anunciando a través de Sus siervos, los apóstoles y profetas de nuestro tiempo, en preparación a Su Segunda venida y Su juicio a las naciones.
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El Fin, 5 de octubre 2014 |
¡Creo que somos «la generación del Fin»! Somos la generación llamada a preparar el camino al Señor; y por eso seremos una generación entendida en los tiempos, en las señales de los tiempos; y conocedora y entendida de la voluntad de Dios para Su pueblo en los últimos tiempos. Y en la medida que nos acercamos al Fin, necesitaremos estar muy bien alineados al tiempo de Dios, a Su voluntad, Sus planes y diseños, de manera que no caigamos presa del poderoso espíritu de confusión y engaño que ya está operando en las naciones, que las guiará bajo el gobierno del Anticristo y el Nuevo Orden Mundial (2Tes. 2:7-12).
Comparto con mis lectores lo que sería una versión digital de la pintura «El Fin», que hice hace cuarenta (40) años atrás, aquel sábado 5 de octubre de 1974 (ver foto arriba).
Y concluyo diciendo que…
¡Hoy celebro el amor, la gracia, la fidelidad y la misericordia de Dios para conmigo, Su siervo!
Le alabo y le doy gracias que me permitió nacer en un hogar cristiano, pero no perfecto; me permitió conocer Su Palabra y crecer con ella. Y por Su gracia, me llamó; y con ello, destruyó «mis sueños y mis planes», y me encaminó a proseguir Sus sueños y Sus planes. Por Su grande amor, me guió a la Cruz, y me pidió que muriera juntamente con Él, para que el poder de la resurrección, que operó en Él, también pudiera operar en mi y para que Su poder pudiera ser perfeccionado en mis debilidades.
A Él le doy las gracias. A Él y sólo a Él le doy toda la gloria, la honra y la alabanza, porque ahora entiendo y acepto, que todo lo que fue, todo lo que es y todo lo que será es para la gloria de Su Nombre; que todo fue creado por medio de Él y existe para Él; porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él. Y yo no tengo que conocerlo todo para amarlo ni entenderlo todo para experimentarlo.
Y por eso perdono y decido perdonar a todos aquellos o aquellas que me han hecho mal, que han hablado mal de mí a mis espaldas, que han sido desagradecidos cuando lo que he buscado y procurado era su propio bien.
Perdono y decido perdonar a todos aquellos pastores, que se dicen ser amigos míos; pero nada los detiene para hablar mal de mi a mis espaldas y calumniarme, aún sin tomarse la molestia de llamarme y preguntarme personalmente sobre lo que ellos pudieron considerar o puedan considerar como un error de mi parte. ¡Los perdono! Yo no soy nada, yo no soy nadie. Por la gracia y misericordia de Dios, soy siervo de Jesucristo y hermano y consiervo vuestro.
Y de todo corazón, pido perdón a todos aquellos hermanos y hermanas a los que he ofendido u ofendo con lo que he podido escribir o hacer en el pasado o en el presente. Así que, perdónenme pues les he ofendido de palabra o de hecho, perdónenme. Con el tiempo me he enterado que aún he ofendido a personas que ni siquiera yo había conocido… pero que me han perdonado y yo también he tenido que amar y perdonar.
Libero a toda persona que me haya ofendido y que yo haya ofendido. Declaro sanidad y liberación sobre nuestras vidas. Proclamo que la sangre de Cristo tiene poder para perdonarnos, para sanarnos, limpiarnos, restaurarnos y liberarnos de todo mal, deuda u ofensa. Declaro que nuevos tiempos de refrigerio, bendición y reposo están delante de todos nosotros, que el Shalom de Dios viene sobre cada uno de nosotros, que Su bien y Su misericordia nos seguirán todos los días de nuestra vida.
Hoy proclamo a viva voz:
¡El Señor me ha amado y bendecido mucho más de lo que yo hubiera podido imaginar!
Por eso lo amo, lo sirvo y lo sigo en todos Sus caminos.
Y decido hoy seguirlo, desde ahora y para siempre, en todos Sus caminos. Y por eso oro para que me de Su gracia, Su fuerza y Su poder, para obedecerlo y seguirlo todos los días de mi vida.
¡Ven, te animo a que seas parte del Club de los alineados con Dios, pero desubicados para el mundo!
¡Vamos a trastornar el mundo!
¡Vamos a proclamar a Cristo, Rey y Señor!
¡Vamos a anunciar el Evangelio del reino entre las naciones!
¡Vamos a esperar a nuestro Rey y Señor hasta el final y a reinar con Él!
¡Vamos a fastidiar al reino de las tinieblas trayendo la gloria de la Luz de Cristo!
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