En el ministerio de la Iglesia, el espíritu de Grecia:
1.
Se opone a lo apostólico, don y liderazgo que provee orden, visión y revelación a la congregación. Y cuando hablo de revelación no es en el sentido de traer «nuevo contenido a la revelación ya dada en las Sagradas Escrituras», sino más bien revelación que trae nuevo, mayor y más profundo
entendimiento y comprensión al contenido ya revelado en las Sagradas Escrituras.
2. Se opone a lo profético, don y liderazgo que provee dirección, diseño y estrategia al ministerio y a las decisiones que una iglesia debe tomar en su proceso de proclamar el Evangelio del reino. Es por eso que en algunas iglesias y denominaciones se enseña que los cristianos hoy no pueden escuchar la voz de Dios, cuestionan los sueños y visiones que el Espíritu Santo pueda dar y expulsan de sus congregaciones a aquellas personas que hablen en otras lenguas, o que puedan cuestionar las prácticas o conductas que son contrarias a la Palabra de Dios.
3. Se opone a lo sobrenatural, por lo tanto el ministerio se ejecuta según el razonamiento y en las fuerzas del liderazgo de la iglesia local. No se observan milagros, sanidades, prodigios ni la manifestación poderosa del Espíritu Santo del Señor en medio ni a través de la iglesia.
4. Enfatiza más bien la razón, la capacidad del hombre en entender y comprender la revelación de Dios a parte de Su Santo Espíritu. Los mensajes o sermones son bien elaborados y elocuentemente expuestos con la más fina retórica humana, para impactar e impresionar las mentes de los creyentes, sin transformar sus corazones.
5. Enfatiza la búsqueda de la sabiduría, pero la sabiduría humana, en contraste con la sabiduría que proviene por la revelación dada por Dios, a través de Su Espíritu y Su Palabra.
6. Y enfatiza el placer, como norma o medida de lo que puede ser aceptado o no dentro del ministerio de una congregación; no tanto si es bíblico o está de acuerdo a la voluntad de Dios, sino si es agradable, si es placentero y es aceptado por el gusto cultural de la congregación o del liderazgo de la misma.
Contra este principado fuimos a la puerta de Atenas, en Grecia, para declararle que la profecía de Sión, vencerá a la falsa profecía griega, tal como lo dijo el profeta Zacarías (9:9-13):
«¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén!
Mira que tu rey vendrá a ti, justo y salvador, pero humilde, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. Él destruirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén; los arcos de guerra serán quebrados,y proclamará la paz a las naciones. Su señorío será de mar a mar, desde el río hasta los confines de la tierra.
Tú también, por la sangre de tu pacto, serás salva; he sacado a tus presos de la cisterna en que no hay agua. Volveos a la fortaleza, prisioneros de la esperanza; hoy también os anuncio que os dará doble recompensa. Porque he tensado para mí a Judá como un arco, e hice a Efraín su flecha. Lanzaré a tus hijos, Sión, contra tus hijos, Grecia, y te haré como espada de valiente.»

Y allí ante la puerta de Atenas, leímos lo que el apóstol Pablo declaró contra la religiosidad y las filosofías humanas promovidas por el espíritu de este mundo, el espíritu de Grecia (1Cor. 2:1-16):
«Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría, pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez en la fe; no la sabiduría de este mundo ni de los poderosos de este mundo, que perecen. Pero hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la cual ninguno de los poderosos de este mundo conoció, porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria. Antes bien, como está escrito:
«Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman.»
Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios, porque ¿quién de entre los hombres conoce las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido.»
De estas cosas hablamos, no con palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio, el espiritual juzga todas las cosas, sin que él sea juzgado por nadie. ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién lo instruirá? Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.
El espíritu de la falsa profecía griega se combate es con la Palabra de verdad de Dios. A este espíritu hay que declararle lo que dice «el Libro de la verdad» (Dan. 10:21); con la Palabra revelada por el Espíritu. Y con el poder del Espíritu Santo de Dios, a quien no puede resistir.
Hay sectores dentro de la iglesia que pretenden que proclamemos y anunciemos un Evangelio sin el poder del Espíritu Santo, que ejercitemos el ministerio del Señor sin el poder del Espíritu Santo. A estas iglesias y a sus ministros, cautivos y oprimidos por el espíritu de este mundo, por el espíritu de Grecia, tenemos que proclamarles, manifestarles y probarles, no en nuestras fuerzas sino en el poder del Espíritu Santo, que «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos» (Heb. 13:7-9).
En la próxima entrega compartiré lo que el Señor nos dirigió a hacer en el templo de Zeus y en el de Palas Ateneas. Si desea continuar con la próxima entrega, haga click aquí.
Fuentes citadas o consultadas:
Diccionario enciclopédico hispano-americano
Historia de los judíos
Las rebeliones judías
Sevillapedia
Las persecuciones en el siglo II
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